El verano hace que la piel se torne a morena, al sabor del salistre del mar, a nuevas aventuras de amor por descubrir en un eterno mes de agosto cómo el de Ana y Carlos. Son muchas las anécdotas que tengo que contar con ambos, compañeros en el “gremio boda” pero sobre todo amigos que marcan un antes y un después en tu 35 milímetros.
Su boda, cómo la de muchas parejas, fue una boda aplazada por el maldito coronavirus que tanto nos quitó, pero eso no iba a dejarnos sin ganas de fiesta, sí, ¿y por qué no? De montar un autentico fiestón, pero a eso ya llegaremos más adelante, aún no hemos empezado a rodar. 7 de agosto, día menos caluroso de lo esperado, pero con viento, un viento que te traiga un aire de que hoy iba a ser un gran día.
Casa Manolo Mayo, nos acogía, el hogar de mi Ana, tantas bodas compartiendo risas, abrazos, nervios y algún que otro mal momento (cosas que pasan en las bodas). Estaba radiante, deseosa de que pasaran las horas para llegar al altar, dónde ya estaría al tío más elegante que han visto mis ojos, mi Carlos. Sus amigas, amigos, familiares, se agolpaban sobre la aquella capilla de la Virgen de la Soledad, nadie se lo quería perder. Jamás vi tantas personas en aquel lugar reunidas.
Mariposas blancas de papel, arroz y mucho confeti para dar paso al Gran Show que se nos venía encima. Santa Clotilde estaba de gala para la ocasión, miles de tiras de led, lámparas, decenas de guirnaldas adornaban aquella hacienda que brillaba cómo la ocasión lo merecía, sinceramente, la cena se me hizo un poquitín larga, todos estábamos rabiando porque se abriera la pista y poder descorchar a aquella fiesta del verano de 2020 que el covid nos quitó.
Xite&CO iban a ser los encargados de poner banda sonora a la mejor fiesta que he vivido en años. No iban a estar solos por supuesto, mi más que querido Eduardo Walls también iba a poner de su parte para que nadie descansara ni un solo segundo. No paré ni un instante de inmortalizar planos, clips, momentos en mi cámara, era un “non-stop” de énfasis, disfrute.
La noche terminó para mi, no para ellxs (el amanecer les pilló bailando), finalizó un día especial, de esos que hacen que ames tu trabajo cada sábado un poquitín más dentro de lo que cabe (ya no sé dónde está el límite). Gracias.