Dicen que el amor todo lo puede, hasta con la mayor de las salvedades… la distancia. Sino lo creéis o si no conocéis ninguna historia que lo refute aquí os traigo la de María y Esteban, una historia desde Sevilla a Canarias, o lo que es lo mismo, una historia de amor con mil quinientos kilómetros de distancia.
Todo comenzó con un llamada de teléfono un año antes de su boda, era María, durante una hora me detalló su historia de amor con su prometido, la adversidad que suponía la distancia pero compensada siempre con las ganas que se tenían el uno al otro. Ambos ya habían dado un paso, y dejado meses de viajes y visitas exprés para asentarse hasta el día de su boda en Canarias, luego escogerían Sevilla cómo su hogar.
Tras fijar en mi agenda el día de su boda, había otro detalle por cerrar, la nostalgia que Esteban iba a sentir por dejar su tierra, quería llevarse un trocito de ella a Sevilla, un trocito del tiempo que compartió allí con María y entonces no hubo nada más que hablar. Cogí mi cámara, mi maleta y puso rumbo al archipiélago canario, había un preboda que hacer.
Fueron dos días mágicos, de ensueño, visitando parajes que parecían sacado de un documental de National Geography y por su puesto la compañía, por fin, pudimos conocernos, María, Esteban y yo. Comenzamos nuestra aventura por el pueblo natal de Esteban, Firgas, recorrimos sus calles, miradores y por fin pudimos romper ese hielo que inevitablemente se crea entre una pareja y mi cámara. Afortunadamente, esa fina pared es fácil de romper, sólo es necesario un poco de complicidad y naturalidad.
A continuación pusimos rumbo a Roque Nublo, poder contemplar su valle, sus montañas, su carretera serpenteante, su naturaleza. Debido a la altura del lugar nos encontramos con una capa de densa niebla, ni las nubes a plena luz del día se querían perder aquello. Tras subir a una de sus partes más altas nos fuimos deslizando por sus senderos, haciendo postas a cada pocos metros unas de otra, debido a espectacularidad del paisaje.
Tras un largo día de risas acompañadas por mi cámara, tocaba recargar baterías. La playa de Maspalomas nos esperaba. Los pies se enterraban en aquellas inmersas dunas que me proporcionaron unas texturas para mi trabajo final nunca vista hasta la fecha de hoy. La complicidad y el amor que se tenían María y Esteban hicieron el resto, ya ni siquiera yo tenía que guiarlos frente a mi objetivo.
El atardecer en aquella playa puso punto y final a un viaje apasionante, en cual pude conocer a dos personas maravillosas, a su historia, conocer por fin la cultura canaria y su geografía, y no ponerle fronteras a mi cámara. La historia de María y Esteban nos debe de servir para saber que no hay nada más fuerte que el amor, ni la temida distancia.