En la vida solo se vive una vez, hay que disfrutarla, aprovecharla, sacarle el mayor de los partidos y si es acompañado por tu mitad, mejor que mejor. Isa y Manuel, creo que forman parte de eso selecto y privilegiado club de los “encontrados”, así los llamo yo, a aquellas personas que durante el camino de la vida, antes o después dieron con su media naranja, con aquella mitad que les complementa y les hace ser aún mejores el uno al otro.
La Catedral de Sevilla cómo espectadora de lujo de tal enlace. Un soleado sábado de septiembre nos iba a acoger, la Avenida de la Constitución daba paso a un majestuoso santuario que aguardaba en su interior el momento más importante para Isa y para Manuel, su unión cómo marido y mujer. Recuerdo de la ceremonia, su solemnidad, su calma, sus pausas, su misticismo, aquel canto gregoriano.
Decenas de turistas nos iban a dar la bienvenida a la salida de aquella capilla de La Virgen de los Reyes, es ya costumbre para nosotros tener que lidiar con más público del esperado.
Tras aquel Rolls Royce negro carbón nos desplazaríamos hasta el Cortijo de la Reina, dónde sus jardines me iban a brindar la oportunidad de hacer una de las sesiones de exterior con más encanto que he podido disfrutar, cada mirada, cada caricia, cada beso, cada paseo, no hacía más que demostrar que Isa y Manuel pertenecían al ese ”club de los encontrados”.
Me quedo con las risas, con el sonido de aquellos mariachis cantando “llorona, ay mi llorona”, con las felicitaciones, con aquel neón que brillaba iluminando la frase “contigo al fin del mundo” y con aquella pistola de confeti que inundó la pista de baile cuando menos lo esperábamos.
¡¡¡Qué vivan los encontrados!!!