Meli y Carlos

Meli y Carlos

- ¿Navidad y boda? ¿Es posible? Pregúntenselo a Meli y Carlos. ¡Qué locura, qué fiesta montaron! En el sector “boda” uno es consciente de que llegado el puente de diciembre toca ir guardando la cámara, descansar tras una larga campaña y recargar pilas para el próximo año, pero el veintidós de diciembre de dos mil diecinueve me traería una grata sorpresa.

Con muy poco tiempo de antelación (una llamada en septiembre) y tras un par de cervezas ya sabíamos que nuestros caminos se cruzarían dos meses más tarde, ellos en el altar para unir sus vidas y yo encantadísimo de inmortalizar ese momento único. Ya nos conocíamos con anterioridad tras coincidir en bodas de amigos y sabíamos muy bien lo que queríamos plasmar ese sábado de diciembre. Naturalidad, espontaneidad y ganas de pasarlo bien, no se puede pedir más.

Conocía la casa de Carlos, tras vivir años de mi infancia junto a él, su familia encantadora cómo siempre, no hizo más que facilitar los momentos previos a la salida. Siempre me encanta poder respirar esos momentos que bailan entre la tensión y la alegría donde el novio se enfunda su chaqueta, se ajusta el reloj a su muñeca y pone rumbo hacia la capilla, es un ritual que da placer poder vivirlo cada sábado.

Meli es un torbellino, no hay otra forma de describirla, es puro derroche de energía y electricidad. El dormitorio elegido para sus preparativos se le hacia pequeño y más aún cuando llegaron ese grupo de amigas inseparables desde la infancia. Creo que ellas mismas tienen que ser las encargadas de describir lo que se siente al ver a tu mejor amiga, a una hermana, a un alma gemela lucir ese vestido blanco por primera vez.

Al llegar a la capilla, la meteorología no nos respetó, pero no importó en absoluto, ¿qué son tres gotas en un día tan importante?

Los Frailes de San Alberto era el lugar elegido para refugiarnos del dichoso tiempo. Dicha hacienda tiene uno de los salones más amplios que he podido ver, pero corto se quedó para acoger ¡¡¡la entrada de Meli y Carlos!!! Una canción pegadiza y ochentera cantada por Rocío Jurado inundó la fiesta, sí, sonaba Cómo una ola. !!!Qué momento!!! No era más que un reflejo de la personalidad de ambos, personas distendidas, con sólo una misión: pasarlo realmente bien en el día de su boda.

Entró directamente la fiesta sin ser conscientes de que el almuerzo llegaba a su fin. La timidez de Carlos y el carácter antiprotocolario de Meli nos privó del baile nupcial, pero no importaba, el ritmo de la fiesta los iba a unir en más de un momento a lo largo de la noche.

A la segunda vez que vi a Carlos volar dejé de contar, a la tercera vez que vi a Meli subida en el escenario cantando y tirándose al público cual estrella de rock en su pleno auge también dejé de contar. Solo cabe una palabra: fiestón. Los bailes se intercambiaban sin descanso alguno, las risas se contagiaban, las caretas de Feliz Navidad hacían acto de presencia. Vaya final de día les regalaron todos y todas a esta pareja.

Disfruten de la vida, en definitiva, es una gran fiesta.

Hacienda Los Frailes

Manolo Mayo