A veces uno se siente afortunado de su profesión, otras veces la detestamos y en pocas ocasiones estamos enamorado de ella por lo que nos da, por todo lo que nos hace sentir, vivir. Esta no es una película cómo la que os acostumbro a mostrar, de bodas, es una película de amor materno, es la primera película (aunque ella no lo sabe) de Vega.
En esta ocasión he tenido la fortuna de crear un recuerdo único, de sentir el latido de una personita que muy pronto estará con nosotros. Me une un lazo muy especial con su papá y mamá y no quería poder escapar la oportunidad de regalarles algo que perdurará a través de los años. Tomé mi cámara y este fue el resultado, una sesión premamá, pero con vida, no solamente fotográfica.
Días antes me cercioré de que las localizaciones estuvieran perfectas para la sesión, pruebas de luz, de observar que el verde fuera el adecuado y sobre todo de que el atardecer nos acompañara en el momento justo para teñir los planos con un naranja mágico.
Llegado el día, todo estaba listo, Fátima tenía preparados varios outfits, Jaime con su pavor al objetivo de una cámara y yo, con unas ganas inmensas de poder hacer lo que más me apasiona, recuerdos únicos. Comenzamos con el sol quizás demasiado alto, pero había que romper el hielo, había que ir sacando la vergüenza.
Tras haber dejado atrás los primeros momentos todo fue rodado, el foco estaba puesto en Fátima y su enorme “barrigota”, pero lo mejor llegaría ahora. Un vestido blanco, un prado con un ver radiante y sobre todo un atardecer brutal se pusieron delante de mí y de mi cámara. Comencé a hacer encuadres que hasta para mí eran más bellos y especiales de lo que había imaginado, no quería que la luz se fuera, aprovechaba cada rayo de sol, cada postura, cada reflejo en el vestido.
Pude observar algo tan… no sé cómo describirlo…único, especial, mágico… en fin, me refiero a la línea del alba, esa marca alargada que recorre todo el vientre de una mujer embarazada señalando que una nueva vida se abre camino, una vida que estira el cuerpo de su madre para hacerse grande dentro de su ser.
Vega ya tiene su primera película, espero verla con ella dentro de muchos años y poder disfrutar a su lado y reírnos recordando anécdotas de sus papás. Lo que sí sé, es que vendrá a romper límites inexplorados sobre la felicidad de sus padres, inundará su hogar con una energía y un amor que tardarán más de una vida en olvidar.